miércoles, 11 de febrero de 2009

La fábula del burro y el pozo


Hace dos años, una compañera de trabajo de esas que todos quisiéramos que diesen clase a nuestros hijos (porque de verdad está interesada en los chicos, en su educación y en sus actividades de aprendizaje) me pasó la fábula del burro y el pozo. A un pobre burro lo dieron por inútil y lo metieron en un pozo. Empezaron a echarle arena para enterrarlo. Pero éste, con cada montón de arena, se sacudía y subía encima de la tierra. Así, hasta que vio la luz, para sorpresa de los enterradores.

Cada día siento que me cae arena encima. Cuando mis alumnos no tienen un ordenador a mano en el aula ordinaria para digitalizar un trabajo en el que han puesto toda su ilusión con cada trazo del bolígrafo. Cuando voy cargado con el reproductor de audio, la maleta de materiales y las carpetas por los pasillos del instituto, sin un aula temática para mi área. Cuando la sirena divide las clases absurdamente a tiempos cortados sin sentido. Cuando hay que volver a poner las mesas y las sillas cada día y cada hora en una disposición humana en la que podamos vernos las caras o trabajar en grupos pequeños. Cuando hay que hacer malabarismos para que una actividad que rompe la rutina no sea calificada como esa actividad por la que se va a perder clase. Cuando los alumnos que quieren trabajar en actividades complementarias no pueden salir de las 6 clases programadas cada mañana para no suspender y entonces por la tarde no tienen medios para ir al instituto a seguir trabajando.

Y cada día me acuerdo del burro. Me sacudo y me digo que mañana insistiré con más fuerza en el modelo de educación en el que creo.

Aquí copio un fragmento de Cuadernos de Pedagogía (enero de 2009, firmado por Alejandro Campo) sobre el milagro finlandés, que en realidad es sencillo, pero no nos atrevemos, porque muchos no quieren chicos responsables y solidarios, sino filas de pozos con burros dentro para seguir echando arena. Llaman cultura del esfuerzo a lo que quieren que sea cultura de la sumisión.
Que se sepa, saldremos a la luz. Como la poca luz de Finlandia es valorada y usada con provecho

>Junto a un profesorado bien formado, cuentan con un alumnado responsable. Sin exagerar, pero responsable. En Secundaria no tienen más de media hora de deberes cada tarde. No llevan uniformes, no necesitan timbres ni sirenas para acudir a las clases. Las familias viven sin ansiedad el paso a la universidad y los niños no empiezan la escolaridad obligatoria hasta los 7 años y, entonces, de un modo suave. Pero en el noveno grado, a los 15 años están en cabeza de los países de la OCDE en Lectura, Ciencias y Matemáticas.

Sin embargo, los jóvenes de Finlandia son como los del resto del mundo en sus diversiones. Pasan horas colgados de Internet, se tiñen el pelo, ven las series de moda en televisión, hacen deporte, escuchan heavy metal, hacen botellón a su manera, poniéndose tibios a cervezas y “salmiakki”, un licor tradicional con un regusto salado.

Ari, por ejemplo, saca sobresalientes sin necesidad de una dedicación extraordinaria. En clase se dedica a investigar sobre los juegos de rol, su gran pasión, cuando espera a que los demás terminen. Se ofrece a echar una mano en los problemas de matemáticas a los compañeros. “Es entretenido y relajante”, dice. El profesorado piensa que se obtienen mejores resultados haciendo más caso a los alumnos con dificultades que dedicándose a los brillantes. La idea es que los más capaces pueden echar una mano sin que su progreso se resienta. Alumnos y profesores se llaman por sus nombres de pila.

Parece haber un acuerdo tácito de que la escuela es un lugar de trabajo. Puede ser que lo que hacen dentro tenga interés y sea divertido, pero tanto el profesorado como el alumnado y las familias entienden de modo instintivo que la escuela es un lugar de esfuerzo y de persistencia.

Sacúdete, sal del pozo.

3 comentarios:

  1. Muy buena entrada. Son también mis dificultades. Pero parece que son más los que creen que las cosas están bien como están y se resistirán a los cambios.
    Veremos.

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  2. tronco de burro bacano

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  3. jajaj el burro se parese a thu mae

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