La escuela democrática intenta que todos los alumnos tengan acceso a la cultura. Intenta integrar también a aquellos que se ven envueltos en conflictos desde que acceden a la comunidad educativa. Les da unas oportunidades que ni sus padres ni el estado pudo o quiso darles. Cree en ellos, y para proponerles actividades no espera a que ellos empiecen a respetar la institución educativa.
La escuela selectiva los segrega por medio de medidas punitivas mecánicamente, hasta que acaban aislados en el aburrimiento y la marginación o trasladados a centros penitenciarios de menores por una explosión final de violencia que excedió a la ofrecida en anteriores conflictos ya sancionados.
La escuela selectiva los cataloga desde un principio, cuando al ofrecerles la participación en una actividad descubre que la educación de esos alumnos va a exceder el esfuerzo previamente programado para el profesorado y la administración de esa escuela. Para integrarlos sería necesario emplear la inteligencia, la creatividad, el afecto, la paciencia, la persistencia, la persuasión y la autocrítica.
La escuela democrática usa estos valores para proporcionarles a esos alumnos el acceso a la cultura y el abandono de la violencia como medio de vincularse con los demás. Diseña herramientas, es flexible en los tiempos, adapta los espacios y funciona por medio de la cooperación. En la escuela democrática existen puentes entre la administración, los padres y el profesorado, con el único objetivo de educar a todos los niños y adolescentes, desde los más amparados hasta los más desfavorecidos. Por esos canales compartidos circulan las actividades de enseñanza - aprendizaje.
Por todo ello hablamos ahora de aprendizaje cooperativo.
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