domingo, 1 de febrero de 2009

Día Escolar de la No-violencia y la Paz.


Desde que soy profesor de enseñanza secundaria, he tenido la suerte de encontrar en cada centro donde he trabajado proyectos educativos basados en la convivencia escolar. Se trata de basarse en la construcción diaria de una convivencia pacificadora (activa), que no pacífica (pasiva), para poder dar sentido grupal (dinámico) a las actividades y para que los contenidos de las mismas no queden aislados (ajenos) de la experiencia vital de los alumnos. No creo posible que el aprendizaje sea significativo si en clase la dialéctica diaria no es pacificadora, es decir, en continuo proceso de hacer de los conflictos (siempre inevitables en cualquier cultura) una experiencia progresiva y que no se enquisten. El aspecto académico de las actividades de enseñanza – aprendizaje dentro de las finalidades solidarias de una escuela democrática, requiere que el alumnado esté socialmente preparado para ello, y ya sabemos que en la era actual de la inmediatez, el individualismo y el consumo caprichoso, una mayoría de alumnos no llega al centro escolar con la capacidad de aprender solidariamente.





La celebración institucionalizada del Día Escolar de la No-violencia y la Paz se puede convertir en una herramienta preliminar para que el profesorado tenga un punto de arranque para el aprendizaje cooperativo llevado a todo el conjunto de las actividades anuales. Muchos colegios e institutos están consiguiendo crear una tradición en la celebración del 30 de enero. Si las actividades de ese día incluyen talleres y juegos cooperativos, el alumnado recibe la propuesta de realizar esas actividades no rutinarias con entusiasmo. Si el profesorado participa sin lejanía en las actividades, los alumnos sienten a sus maestros como personas más cercanas. Esto puede ser una excelente oportunidad para robustecer la autoridad moral de los docentes, lo que sobre todo será notado cuando nos toque exigir y persuadir a los alumnos en momentos donde se resisten a participar en clase o a esforzarse.





Cuando se celebra un día como éste con juegos cooperativos, podemos tener la sensación, lógicamente acuciados por la necesidad de dar los temarios de las asignaturas, que se pierde una clase y que luego vamos a tener que apretar para que nos dé tiempo a dar los contenidos específicos de la asignatura que no hemos avanzado ese día. Si caemos en la tentación de hacer pasar la jornada alejados en la medida de lo posible de las actividades del día de la paz y de los alumnos, podemos perder esa oportunidad de la constitución de nuestra propia autoridad moral de la que hablaba antes, conociéndolos mejor, fuera del minúsculo espacio del pupitre y sin tener delante abierto el libro y el cuaderno, deseando que no dejen de atendernos sin pestañear en un idílico silencio y admiración.

La autoridad es moral, no se puede exigir ni desear. En esos casos degenera en autoritarismo o en liderazgo afectivo.

Los juegos cooperativos son mucho más de lo que podemos imaginarnos. La autoridad moral que por medio de ellos nos es conferida consiste en que los niños nos erigen como quienes activamente les dan la oportunidad de convivir entre ellos y con nosotros en el respeto a unas reglas, liberándolos de la dinámica de las acciones y reacciones violentas. Todo ello dentro de un tipo de actividad basada más en el juego que en el contenido, pero que nos servirá de motor cuando los queramos implicar en grupos de trabajo cooperativo para la construcción de productos lingüísticos, matemáticos, físicos, geográficos, etc.



He incluido unas imágenes del día de juegos cooperativos de este viernes en el patio del IES Valle del Sol que hará que los alumnos nos miren y nos traten de otra manera a partir del lunes cuando entremos de nuevo en el aula con propuestas no tan lúdicas.

1 comentario:

  1. Buen trabajo, Ignacio. Esos niños y esas niñas ya saben que también se juega así, contigo y no contra ti. Y lo contarán...

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